Se hicieron un juramento íntimo los 16 jugadores. Fue hace unos días, en una parrilla de esta ciudad, durante la rueda de clasificación. Acodados en un costado de la mesa larga que compartían con el cuerpo técnico, se prometieron responsabilidad en el camino hacia Londres 2012. Un pacto referido a los cuidados personales, a ser profesionales aun sin serlo. Con perseguir la excelencia y la grandeza en busca de un sueño. Después de tantas contramarchas, de ciclotímicas etapas de avances y retrocesos, los muchachos del hockey lograron aquello tan ansiado: el billete para los Juegos Olímpicos. Y por supuesto que lo gritaron, allí en lo más alto del podio: "¡Argentina vamos, hasta Londres no paramos!" Adiós a las repetidas frustraciones; bienvenido el optimismo hacia nuevos objetivos.
Vaya paradoja, porque la historia se revirtió esta vez. Siempre las mujeres habían conseguido mejores resultados que los varones, pero Guadalajara les puso un freno a las Leonas y mostró el semáforo verde a este conjunto que siempre luchó por asomar entre el segundo pelotón de equipos dentro del contexto internacional. Oro para ellos y plata para ellas, en un llamativo cambio de escenario. Pero no es una sorpresa lo que logró el seleccionado masculino: venció 3-1 a Canadá con una madurez pasmosa, aun encontrándose en desventaja en el primer tiempo. "En mi época, cuando íbamos perdiendo con Canadá, nos nublábamos y salíamos a jugar a lo loco. La mística de estos pibes, en cambio, se explica en la calma que tienen al jugar. Nunca antes se superó a Canadá de manera tan aplastante", mencionó Jorge Lombi, asistente técnico de su hermano Pablo, el entrenador campeón.
Parecía un relato calcado de históricos duelos: la Argentina siempre proponiendo, con el poder de la bocha y en el campo rival; Canadá irremediablemente avaro, especulador. Seis córners dejó pasar el seleccionado, con sablazos por arriba y por abajo. No hubo manera. Y en su primer corto, Canadá facturó a los 25 minutos por intermedio de Scott Tupper. Sin embargo, el peso específico del seleccionado, su valentía y generosidad de juego terminaron prevaleciendo. Y se expresó en los goles de Ignacio Bergner, Pedro Ibarra y Lucas Vila, los dos primeros de córner y el último tras un revés maravilloso.
En este equipo se conjugaron aquellos subcampeones junior de Hobart 2001 y los campeones de Rotterdam 2005, camadas que habían padecido el dolor de perder el pasaje a Pekín 2008. Canadá, ese fantasma, se había entrometido para frustrar la clasificación olímpica en Río 2007. "La inteligencia, el compañerismo y el respeto del grupo nos llevaron a esta conquista", contó Pablo Lombi, cuya receta fue no revolver sobre el viejo trauma de Canadá hasta cuando llegara el momento de enfrentarlo. Una derrota habría frenado como tantas otras veces el crecimiento del hockey masculino. Pero la máquina está en marcha de nuevo, cubierta de oro y con un envión sin pausa a Londres.
Fuente: Canchallena/Gastón Saiz
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